diumenge, 13 de setembre del 2015

El laborismo británico apuesta por el pasado


¿Quién es Jeremy Corbyn, el nuevo líder del Partido Laborista británico? Pues un fósil que ha remontado a la superficie del estanque empujado por las aguas turbulentas de la crisis. Forma parte de esa izquierda europea que pretende hacer frente al futuro mirando hacia el pasado. Una 'nueva' izquierda de 'a la vejez viruelas'que reverdece en los desagües de la historia y que se refleja en ese apocalíptico pijo-progre de diseño llamado Varoufakis.

Como una gran parte de los líderes revolucionarios de la izquierda europea, Corbyn nació en una acomodada familia de clase media en 1949. Su madre, maestra, y su padre, ingeniero, se conocieron en una campaña sobre la guerra civil española. Cuando era adolescente, se unió con su hermano a las Juventudes Socialistas y se involucró más tarde en causas como la Campaña para el Desarme Nuclear unilateral. Dedicado en cuerpo y alma a la revolución, no terminó sus estudios en la North London Polytechnic. Tampoco trabajó nunca, por lo menos como asalariado. Rápidamente se orientó hacia la teta pública. Cuando tenía 25 años, en 1974, fue elegido miembro del Haringey Council, un ayuntamiento de distrito del norte de Londres y fue funcionario sindical a dedicación completa antes de entrar, en 1983, como diputado en la Cámara de los Comunes por la circunscripción de London's Islington North.

Con una buena poltrona en las instituciones, Corbyn se apuntó a todas las manifestaciones de izquierda que hubo en el país durante décadas. No faltó a ninguna, que sepamos. En 1984, fue detenido fuera de la Embajada de Sudáfrica en Londres por protestar contra el apartheid. Una causa justa, sin duda. Lástima que las que le siguieron ya no lo fuesen tanto. Foribundo abanderado del desarme nuclear unilateral frente al despliegue soviético de misiles balísticos, se opuso a la renovación de la flota nuclear Trident de Gran Bretaña. En 2001 ayudó a constituir una coalición anti-guerra en Irak, en la que todavía milita. Cómo no podía ser de otra manera, Corbyn es patrono de la Campaña de Solidaridad con Palestina y, como tampoco podía ser de otra manera, en alguna ocasión ha calificado de 'amigos' a Hamas y Hezbollah, aún que después lo matizó diciendo que creía en el diálogo incluso con aquellos con los que puedes estar "profundamente en desacuerdo". Cómo lo hizo con el IRA cuándo invitó a Gerry Adams, líder del partido nacionalista irlandés Sinn Fein y ex comandante del Ejército Republicano Irlandés, a la Cámara de los Comunes días después de un atentado mortal del IRA en Inglaterra.

Actualmente, Corbyn defiende -¡cómo no!- abandonar la austeridad económica a favor de imprimir dinero para construir viviendas asequibles y otras infraestructuras. También quiere abolir las tasas universitarias y volver a renacionalizar la RENFE británica. Otra de sus originales propuestas es que los ricos paguen, no más sino mucho más. Y en política internacional ha sacado del baúl de los recuerdos otra originalidad: salir de la OTAN, reducir el presupuesto de defensa y nada de ataques aéreos en Síria ni contra el ISIS en Irak. Y como sus réplicas españolas, es un firme defensor de la revolución bolivariana de Hugo Chávez. Respecto a la UE, el euroescéptico Corbyn dice ahora que el Reino Unido debería "quedarse para luchar juntos por una Europa mejor".

Éste es líder que se ha dado el Partido Laborista británico para volver a los años de la euforia keynesiana, entre 1945 y 1979. Los años de las nacionalizaciones ferroviarias, portuarias y de comunicaciones en que el Estado asumió la producción de acero, hierro, carbón y electricidad. Los años del control absoluto del Gobierno sobre el Banco de Inglaterra y los años en que los sindicatos británicos llegaron a contar con 12 millones de afiliados y constituir el 51 % de la fuerza laboral, resultado de la célebre política de “tienda cerrada” (closed shop), la cual obligaba a cualquier empleado nuevo a unirse al sindicato. El obrero o se sindicaba o no trabajaba. Los años de las constantes y eternas huelgas mineras; de los huelgas de los servicios fúnebres que se negaban a recoger los cadáveres o de los servicios de limpieza que convirtieron calles y plazas, incluida Leicester Square en el centro de Londres, en formidables montañas de basura sin recoger. Una época que terminó con una inflación que superó el 25% y con los mayores índices de desempleo desde el final de la guerra y que abrió las puertas a la 'revolución' liberal de Margaret Thatcher.

A eso es a lo que quiere volver el Partido Laborista británico. Y por eso ha escogido a Jeremy Corbyn, el nuevo Aneurin Bevan, aquél minero laborista, admirador de la Unión Soviética, que en los años cincuenta del siglo pasado quiso arrastrar al laborismo -afortunadamente sin conserguirlo entonces- a la revolución comunista.


Para conocer mejor a Jeremy Corbyn leer aquí.




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