dissabte, 5 de setembre del 2015

Felipe González matiza y amplía sus opiniones sobre el proceso independentista en Cataluña

Extractos de la entrevista con el ex presidente del gobierno español, el socialdemócrata Felipe González, en La Vanguardia de hoy

En su carta afirmaba que la situación en Catalunya es "lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado". Esas palabras han dolido a muchos catalanes. ¿De verdad cree que Catalunya ha entrado en una deriva fascista?

Me preocupa que haya habido una mala interpretación de mis palabras. No estoy en condiciones de decir , no me atrevo a decir, porque no tengo los datos para saberlo, que haya una intención fascistizante, o conducente al fascismo hoy en Catalunya. En absoluto quería decir eso. Lo que me preocupa es que quien obtenga más votos en las próximas elecciones catalanas se sienta legitimado para no respetar las reglas del juego. Es legitimo querer cambiar las reglas, pero en Europa los cambios se promueven respetando las reglas. Que ese principio no se cumpla en Catalunya es lo que me inquieta.

Las reiteradas referencias al nazismo para descalificar el soberanismo irritan a los independentistas, pero también duelen a muchos catalanes que están por el pacto.

Mire, mi vinculación con Catalunya es previa a la democracia. En Catalunya yo he conocido un modelo de convivencia social insuperable en el conjunto de España. El mejor, sin duda alguna. Un modelo en el que se aceptaban las opiniones de todo el mundo, en el que el diálogo era la regla. Creo que ese espacio de convivencia se ha deteriorado dramáticamente.

¿Dramáticamente?

Por lo que me comentan personas catalanas de distintos sectores, en cenas y reuniones de familia se intenta evitar cualquier reflexión sobre el tema, para evitar tensiones. Esto es un signo. Se discute menos, se dialoga menos, por temor a la tensión. Hay un discurso claramente dominante, dotado de una épica del relato. La doble dirección se ha estropeado. Algunos razonamientos de índole económica vinculados al independentismo se exponen muy libremente, mientras que otros razonamientos económicos en dirección contraria hay miedo a expresarlos. Voy a menudo a Catalunya. Lo que escuchas en una mesa, en una cena, o también en un pequeño coloquio, cuando la gente habla relajadamente, no lo escuchas en la calle. Eso supone un achicamiento claro de las libertades propias de una sociedad muy diversa y muy plural.

(...)

Hay tensión en Catalunya, pero, a fecha de hoy, no se ha roto con la Constitución.

Insisto, no estoy hablando en términos jurídicos. Hablo en términos políticos. Mas no ejerce hoy como presidente de todos los catalanes y mucho menos como primer representante del Estado en Catalunya. ¿El hecho de ganar en las urnas legitima el incumplimiento de las reglas? La legitimidad democrática no es sólo es una cuestión de voto. Si no se respetan las reglas se pierde la legitimidad democrática. Es importante que los catalanes reflexionen sobre esto. No respetar las leyes también abre la puerta a quien quiera romper las reglas en sentido contrario a lo que desea el catalanismo. Creo que me explico con suficiente claridad. Se puede acabar propiciando una situación caótica en Catalunya y en España. Mire, cada día tengo la convicción más profunda de que todas las pulsiones nacionalistas tienden a ser excluyentes.

Si no recuerdo mal, poco después de la victoria del PSOE en 1982, el diario The New York Times glosó a los "jóvenes nacionalistas que se han hecho cargo de España..."

Yo nunca he sido nacionalista. Me preocupa la espiral de autojustificación y alimentación mutua que se está provocando entre el nacionalismo catalán y el nacionalismo español. España se un espacio público compartido que se articuló como Estado nación. En el interior de ese espacio hay que dialogar y pactar.

¿Hay posibilidad de acuerdo?

Si. Creo que sí la hay. No lo hallaremos de inmediato, pero lo puede haber. Creo que la mayoría de la gente en España, también en Catalunya, quiere diálogo. Hay que buscar una solución reformista en un país, no lo olvidemos, de tradición liquidacionista. El último tramo de la historia de España ha sido excepcional y me temo que se pueda convertir en un paréntesis histórico. Hay que evitarlo. Hay que evitar el regreso al liquidacionismo. El Partido Popular no apuesta por el diálogo. Sus llamamientos a unir fuerzas buscan el frentismo. Un frentismo contra otro frentismo. Ahí tenemos esa reforma urgente del Tribunal Constitucional, una auténtica barbaridad. Los que no estuvieron a favor de la Constitución, los que no quieren que se mueva nada, no tienen conciencia de lo que están haciendo con el Tribunal Constitucional y con Catalunya.

Hay diversas propuestas para el pacto. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, antiguo ponente constitucional, propone, por ejemplo, aprobar una nueva disposición adicional de la Constitución que reconozca a Catalunya como realidad nacional. ¿Estaría usted de acuerdo en que la Constitución española reconociese a Catalunya como nación?

Absolutamente, sí. No tengo ningún problema en reconocer la identidad catalana y en que se garantice constitucionalmente que no va a haber ningún extraviado que intente alterar ese reconocimiento. La cuestión de la identidad fundamentalmente está ligada a la lengua y a la cultura. Eso es inexorable. Deberían ser realidades intocables. Pero hay que ir más allá.

¿Hacía dónde?

Yo propongo un pacto sobre España. Reformas para una nueva etapa, no sólo para el encaje de Catalunya. Noto la ausencia de un proyecto de país que se llama España, en vez de ese debate banal sobre los méritos de una recuperación que están más en el exterior que en el interior, donde nos hemos limitado a la devaluación del empleo y los salarios. Este país necesita adaptar la Constitución a una realidad nueva. Vamos a ver, ¿cómo es posible mantener al mismo tiempo la estructura territorial de inspiración napoleónica –las provincias– y el Estado de las autonomías? Somos el único país de Europa con cuatro niveles de administración. ¡Por favor! Necesitamos una reforma de la Constitución sin miedo a consultar a la gente.

¿Sólo hay que tocar las provincias?

>Hay dos problemas a resolver. Del primero ya hemos hablado: los sentimientos de pertenencia. El otro es el de la fiscalidad. Y hay que clarificar competencias, asegurando su calidad. El Gobierno central, el de todos los ciudadanos, ha de ser garante de la igualdad en el paquete de derechos y obligaciones de la ciudadanía. Abogo por la España diversa. La España diversa es la que admite distintos sentimientos de pertenencia. La España plural es la que admite y protege distintos enfoques políticos.


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