diumenge, 6 de setembre del 2015

La otra cara de los refugiados | Jon Juaristi

Los sirios que tratan de llegar a la Europa rica dicen venir huyendo de la dictadura de Bashar al Asad, que mata a los creyentes (es decir, a los musulmanes). Sin duda. Pero esa misma dictadura protege de los integristas islámicos a los alauitas, a los cristianos (caldeos, grecocatólicos, armenios), a los yazidíes y a los nacionalistas. El conflicto del que escapan o dicen escapar los fugitivos que llegan estos días a Europa es el que opone, en buena parte de la Casa del Islam, al nacionalismo laico (dictatorial y corrupto) con el integrismo (criminal y fanático).

Sin duda, una buena parte de esa multitud musulmana fugitiva huye de ambas partes enfrentadas como de un todo mortífero (aunque sólo se les oye maldecir al bando del gobierno). También se están yendo de Siria cristianos de las regiones amenazadas por Estado Islámico. Pero no vienen en estos contingentes de refugiados. Como los coptos de Egipto, marchan silenciosamente a comunidades ya establecidas en la diáspora, algunas desde antiguo. En la migración que avanza hacia la Europa rica a través de Turquía, los Balcanes y Hungría, sólo hay musulmanes. Pobres o arruinados por la guerra. No traen consigo equipajes pesados ni ajuares. Vienen con lo puesto. Con lo puesto y con un saber.

Prescindo del hecho de que entre los fugitivos sirios esté llegando a la Europa rica un número indeterminable de yihadistas. Todos lo sabemos. Ignorarlo sería del género idiota. Si yo fuera un dirigente de Estado Islámico aprovecharía la confusión migratoria para introducir todos los terroristas que pudiera en la Casa de la Guerra, pues esa sería mi principal obligación: no desaprovechar ocasión alguna para matar kefires, cruzados y, por supuesto, judíos. Pero hablemos del saber. ¿Qué saben los fugitivos sirios? Saben que llegar al corazón de la Europa rica requiere llegar antes al corazón de los europeos, y por eso traen niños. Niños que arrojan al otro lado de fronteras teóricamente infranqueables o que tumban en las vías del tren. Saben que, allá en su tierra de origen, estos efectos patéticos (codificados en una espontánea retórica de la desesperación) no valen con los asesinos baasistas o yihadistas, a los que niño más, niño menos, importa muy poco, pero a los europeos les despiertan sentimientos de culpa que deben eliminar cuanto antes porque están convencidos de que la culpa es tóxica y produce cáncer.
Seguir leyendo...

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.