dilluns, 14 de novembre del 2016

El momento de máxima racionalidad de la política española cumple 40 años este 18 de noviembre

Las Cortes franquistas se hacen el harakiri y aprueban la Ley para la Reforma Política


Culmina el debate. Adolfo Suárez, en su escaño azul, cierra los ojos y echa lentamente la cabeza hacia atrás. Su gesto de emoción contenida simboliza el momento de máxima racionalidad de la política española. Y es profundamente conmovedor. La reforma se impuso al búnker pero también al adanismo y la ruptura. Y España dio una lección al mundo que hoy el mundo y España parecen haber olvidado. Entonces unos pocos hombres buenos dominaron los instintos propios y ajenos para restaurar la democracia.

Ahora una generación de histéricos pretende embridar la democracia para restaurar el instinto. El nuevo populismo plantea una pregunta que creíamos contestada: ¿qué es la democracia? Y sentencia con letal ligereza: es la voluntad del pueblo, incluso contra las leyes, las instituciones y los jueces. Estados Unidos ha pasado de la ultracorrección política al culto ultra a la incorrección. Ya tiene su primer presidente iconoclasta, un hombre que ha hecho de las vísceras el motor de su campaña. En Gran Bretaña, ocho siglos y un año después de Magna Carta, tres jueces son agredidos por recordar lo obvio: que el Gobierno está sometido a las leyes, que el aval directo del pueblo no sustituye el aval constitucional del Parlamento, que no hay democracia sin reglas. La prensa los ridiculiza; los llama europeístas (!); señala y proclama, oh, que uno es gay. Y cuando la sensatez reacciona, el Gobierno -del partido de Churchill y Thatcher- defiende a la jauría y recurre a la Corte Suprema.

Luego esta foto de Trump y Farage: la cruda paradoja de que las dos naciones que hace un siglo salvaron a Europa de la fuerza devastadora de la irracionalidad sean hoy las que la lideran. España va detrás. Aquí, podémicos y separatistas invocan a la «gente» para plantear una nueva ruptura. Enarbolan la democracia directa contra la democracia representativa. Atacan a la justicia. Ayer otra vez. Asaltan el Congreso desde la tribuna y la barrera. Y, en un movimiento de trileros, impugnan el primer derecho político de la «gente», su soberanía. En esto se revelan como lo que son: el nuevo búnker. La Ley para la Reforma Política no decretó la democracia. Devolvió a los españoles, a todos ellos, su derecho a decidir. Puigdemont, Otegi, Iglesias, Colau... representan una regresión, no ya respecto de la Constitución de 1978, sino del último franquismo. Son la más feroz reacción. | CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO
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