divendres, 22 de gener del 2016

Obama, un trágico balance [Guy Sorman]

Fiel al Premio Nobel de la Paz que le fue otorgado antes de que asumiese el cargo, el presidente Obama ha cometido un error fatal a lo largo de todo su mandato: creer que si uno es pacifista, los otros también lo acabarán siendo y que si uno es universalista, los demás se le sumarán. En ningún momento, como si sus convicciones debieran necesariamente imponerse a la realidad, Obama ha cambiado de estrategia; hasta el final, ha fingido creer que todas las naciones situan el derecho internacional, la paz y la humanidad por encima de los intereses nacionales. Grave error: la mitad de las naciones estan dirigidas por matones y cleptócratas y muchas otras por nacionalistas arcaicos. El mundo es una jungla donde los fuertes devoran a los débiles.

Desde 1945, el gendarme de esta selva ha sido el Ejército de los EE.UU., con éxitos y fracasos, obtuvo su mayor victoria: la derrota del comunismo. China puede seguir llamándose comunista, pero su régimen es una forma clásica de despotismo oriental que busca expandir su territorio, pero que ya no exporta ideología ni modelo social. Cuando surgió un nuevo desafío al orden mundial en la década de 1990, el islamismo radical, Bill Clinton no entendió su naturaleza, pero George W Bush, presintiendo el peligro, golpeó con tanta fuerza que esa amenaza quedó reducida a migajas por los militares de Estados Unidos: la guerra en Irak y Afganistán fue cruel, pero se ganaron, cuando Obama se convirtió en presidente.

Siete años después, siete años de retiradas y abandonos, ¿cuál es el estado del mundo? La dimisión del gendarme americano ha hecho surgir y resurgir nuevas y viejas amenazas que, en última instancia, ponen en peligro la seguridad de los occidentales y la globalización económica, base de nuestra prosperidad. En primer lugar, Rusia volvió al club de las naciones principales, el G-7 convertido en G8, recompensada por haberse anexionado Crimea, haber situado el este de Ucrania bajo su tutela y bombardear a las milicias sirias pro-occidentales. Putin avanza cuando Occidente recula, que es lo mismo que hicieron los zares en su tiempo y que les permitió conquistar Asia Central: nada nuevo. Pero Obama parece no darse cuenta de la historia rusa. ¿China? Una vez más, la larga historia nos lo cuenta: sus dirigentes han recuperado la práctica del vasallaje imperial de Asia. La pasividad de Obama frente a la conquista territorial del Mar de la China hace temer la expulsión de la región de la Séptima Flota de Estados Unidos, la única garantía de sesenta años de libre circulación entre Oriente y Occidente. No excluimos que Corea del Sur caiga en la bolsa china, aceptando su "neutralización" a cambio de la reunificación de las dos Coreas. Occidente se quedaría sin ningún aliado en Asia excepto el Japón, donde la opinión pública es pacifista, mientras que muchos intelectuales abogan por un repliegue a los valores de la civilización Edo antes de la apertura de país en el mundo. ¿La India? George W Bush logró un gran éxito al conseguir separarla de Rusia, pero ese país, que es un imperio, no luchará por los demás, poniendo, tras Mahatma Gandhi, su autosuficiencia por delante de sus compromisos internationales. Es en Oriente Medio dónde Obama más ha reculado: el fin de las sanciones contra Irán permite al clero chiíta reconstruir un imperio que coincide con la antigua Persia, Irak y Siria vasallizados, Líbano y Yemen con zonas parcialmente anexionadas y los Estados del Golfo y Arabia Saudita sitiados. Después de todas las concesiones de Obama al mundo islámico, presentadas como señales de respeto pero percibidas como un signo de debilidad, los occidentales están solos frente al terrorismo islámico, frente a grupos disidentes suníes para quienes la violencia y el robo a mano constituyen un fin en sí mismo y el retorno al califato, un pretexto. Estos islamistas nacen del despotismo árabe -en Egipto, Argelia, Marruecos o Arabia Saudita - y la desesperanza en los suburbios occidentales, reserva de yihadistas: Obama no es el único responsable, pero no ha contribuido en nada en la reflexión sobre las dos causas del yihadismo: el apoyo occidental a los déspotas árabes, por un lado, y el trastorno de la migración en Europa.

La probable sucesora de Barack Obama, Hillary Clinton, cuando se le pregunta que cite un éxito internacional, solo sabe responder que la democratización de Birmania, todavía inacabada. Ella se cuida muy mucho de no hablar de la retirada de las tropas estadounidenses de Irak y Afganistán, ya que, más realista y con experiencia, sabe que probablemente -si es elegida- tendrán que volver. Como dijo Madeleine Albright, secretaria de Estado de Bill Clinton, que se mostraba reacio a comprometer a sus tropas: "¿Para qué tener el ejército más poderoso del mundo, si no es para usarlo?". Pero no podemos concluir sin mencionar lo que Obama considera su mayor éxito: el Acuerdo sobre el clima concluido en París en 2015. Pero habrá que esperar hasta el 2100 para verificar la eficacia de la convención, en el supuesto que el dióxido de carbono sea la única causa del calentamiento. Mientras tanto, su sucesor va a tratar de restaurar el orden mundial, que no puede sobrevivir sin gendarme: puestos a contratar a uno, mejor que sea americano. 


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