divendres, 29 de desembre del 2017

Tabarnia y el regreso a la Edad Media

La eclosión de Tabarnia como espejo provocador en el que el separatismo nacionalista catalán se refleja como caricatura ha tenido un éxito tan fulgurante como imprevisible. La mayoría se arrellana en su ironía, pero algunos temen que el fenómeno desate fuerzas que sea incapaz de contener. Es pronto para saber en lo que derivará. Parece que ha venido para quedarse, pero lo más probable es que se marchite cuando se apague el foco mediático.

Sea como sea, Tabarnia y especialmente algunas de las cosas que se están escribiendo sobre ella, me han hecho recordar una idea política que se popularizó a finales del siglo pasado, poco antes del nuevo milenio, conocida como neomedievalismo o regreso a la Edad Media. Esa idea fue desarrollada en 1977 por Hedley Bull en su libro The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics. Según Bull, la globalización ha dado lugar a un sistema internacional semejante al medieval, donde ni los estados ni la Iglesia, ni otros poderes territoriales, ejercieron la plena soberanía, sino que participaron en soberanías complejas, superpuestas e incompletas en lugar de una única autoridad política en forma de estado con total soberanía territorial.

Hedley Bull vio que esa compleja combinación de organizaciones nacionales, sub y supranacionales o internacionales podrían ayudar a "evitar los clásicos peligros del sistema de estados soberanos mediante una arquitectura de estructuras superpuestas y lealtades transversales que mantengan unidos a todos los pueblos en una sociedad universal evitando al mismo tiempo la concentración inherente a un gobierno mundial". Más allá de la ONU, la más lograda y relevante de esas estructuras superpuestas y lealtades transversales es la Unión Europea.

De las muchas cosas que se publicaron en esos años sobre el tema he recuperado dos artículos. El primero, de Pasqual Maragall de 1993 en el que plantea el papel de las Regiones y las Ciudades en el seno de la Unión Europea, mentando explícitamente a las 'regiones nacionales [que] quieren participar de aquello que su ausencia de Estado les ha quitado: la soberanía'. El segundo, un artículo publicado por el The New York Times en enero de 1999 [en español, aquí] que responde a la pregunta: ¿Es posible que el ciberespacio y la globalización económica estén empujando el mundo moderno hacia un retorno a la Edad Media? 

Los dos artículos evidencian, uno desde la gestión política y el otro desde la opinión académica, que el poder se dispersa, los estados-nación delegan soberanía y aparecen nuevos actores y nuevos poderes que se superponen y se combinan entre sí. Y no solo eso, apuntan también a la búsqueda de un nuevo 'centro', una nueva autoridad de referencia, 'algo así como el anhelo medieval de restaurar el Imperio Romano' en palabras de Stephen J. Kobrin. Un anhelo que empezó en la ONU y que se desarrolló en la Unión Europea.

Esa fragmentación del poder único del estado -que es lo que históricamente ha permitido que surgiera la democracia liberal- asusta a conservadores y socialdemócratas. Atrapados en su tradicional intervencionismo público temen una deriva anárquica y caótica, una fragmentación social y territorial, que aumente inevitablemente la desigualdad en beneficio de los más poderosos. Reaparece el proteccionismo y el nacionalismo, que ven la crisis producida por la globalización más como tragedia que como esperanza, más como problema que como solución. Y se enfrentan a ella como si fuera una etapa más del viejo combate que, desde el siglo XIX, opone la democracia liberal de mercado al socialismo estatista en todas sus franquicias.

El izquierdismo populista enarbola de nuevo los puños y las banderas rojas de la hoz y el martillo -tan asesinas o más que las banderas rojas de la cruz gamada y los brazos en alto- en un ejercicio de ensimismamiento político y fantasía ideológica a años luz de la realidad. Ni se trata del enésimo final del capitalismo, ni del fin de la democracia liberal. Por el contrario, el formalismo democrático-liberal -que se fundamenta en la división del poder como antídoto frente al poder absoluto- parece mejor dotado que el encorsetamiento dirigista para encauzar las transformaciones revolucionarias que se están desarrollando en las maneras de producir y de vivir. Entramos en otro mundo, pero conservadores y socialistas siguen en el anterior.

Los grandes cambios políticos y culturales de la humanidad -el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución industrial...- encontraron en el pasado inspiración para abrir las puertas del futuro. Ahora, y por paradójico que pueda parecer, la Edad Media, que tan mala prensa histórica tiene como supuesta era de estancamiento, oscuridad y fanatismo, nos permite encontrar referentes para una sociedad internacional a la que los territorios, las identidades y los estados-nación se le han quedado pequeños, casi obsoletos, pese a que haya quién se empeñe en resucitarlos.

¿Que tiene que ver Tabarnia con todo eso? Nada y mucho. Nada, si se queda como espejo provocador del separatismo. Mucho, si se desarrolla como nueva 'estructura superpuesta' con 'lealtad transversal' en el marco jurídico-político de España y la UE. ¿Bueno o malo? Bueno, si se formula democráticamente, desde el respeto a las leyes y sin lesionar los derechos de nadie. Malo, si actúa como alter ego del separatismo nacionalista.










dijous, 28 de desembre del 2017

¿El futuro es medieval?


¿Es posible que el ciberespacio y la globalización económica estén empujando el mundo moderno hacia un retorno a la Edad Media?

Han transcurrido un par de décadas desde que Hedley Bull, por entonces profesor de relaciones internacionales de Oxford, ya fallecido, planteó la posibilidad de que el sistema de naciones-Estados vigente fuera sustituido por "un equivalente moderno y laico del tipo de organización política que existió en el Occidente cristiano durante la Edad Media". Desde entonces, numerosos investigadores han procurado explicar los cambios en el mundo actual estableciendo analogías con la Europa medieval.

Este neomedievalismo se fundamenta, básicamente, en que diversas presiones han llevado al sistema moderno de naciones -cuyo origen se remonta, por lo general, al Tratado de Westfalia (1648), que puso fin a la Guerra de los Treinta Años- a una situación, si no ya de total desmoronamiento, al menos de indudable y profundo debilitamiento.

Dispersión de la autoridad

En otro tiempo, las naciones-Estados ejercían una soberanía absoluta sobre un territorio claramente definido, "atando en un haz" -como dijo James Anderson, docente de la Universidad Abierta de Gran Bretaña- las responsabilidades por todos los aspectos de la vida "civil, moral y espiritual" de sus ciudadanos. No existía ninguna autoridad por encima del soberano de ese Estado, ya fuese un rey o un parlamento.

Hoy, las naciones-Estados ven cómo su haz de responsabilidades tradicionales es "desatado" por una combinación de fuerzas. El surgimiento de las multinacionales y los mercados globales limitan su influencia económica. El ciberespacio e Internet no pertenecen a nadie. Las naciones-Estados delegan una parte cada vez mayor de su soberanía al agruparse en organizaciones internacionales, reconociendo que muchas de sus aspiraciones sólo pueden lograrse mediante una acción concertada.

Esto hace que el ciudadano moderno pueda verse sometido a toda una gama de autoridades que, a menudo, se superponen.

Por ejemplo, un habitante de la Unión Europea ve moldeada su vida por las decisiones de las autoridades locales, los parlamentos nacionales, los eurócratas sin rostro de la Comisión de Bruselas y una hueste de entidades internacionales tales como la OCDE, numerosas agencias de la ONU y, desde el 1º de enero, el nuevo Banco Central europeo con su nueva moneda única, el euro.

Antes de la nación-Estado

La complejidad y dispersión crecientes de la autoridad moderna despiertan en algunos investigadores el recuerdo de la Edad Media, cuando aún no se había inventado la nación-Estado, los límites de los reinos solían ser vagos y quedaban librados a las circunstancias de las guerras y los matrimonios dinásticos, y muchos centros de poder diferentes competían por las influencias.

"En vez de basarse en el territorio -dice Anderson-, la soberanía política más bien era compartida por una amplia variedad de instituciones laicas y religiosas y diferentes niveles de autoridad: nobles y señores feudales, reyes y príncipes, gremios y ciudades, obispos, abades y papas."

"En la Europa medieval, el poder político y la autoridad no estaban definidos en forma geográfica -sostiene Stephen J. Kobrin, de la Universidad de Pensilvania, en un trabajo publicado recientemente por el Journal of International Affairs-. Tal vez tampoco lo estén en una economía mundial digitalizada, organizada en redes electrónicas superpuestas. Pensar en la Edad Media, el último período premoderno, quizá nos ayude a imaginar posibilidades para un futuro posmoderno."

Se entrevén otros paralelos. Acaso el cristianismo ya no sea la religión universal, pero algunos, particularmente en los Estados Unidos, sostienen que la democracia y los mercados libres están próximos a desempeñar un papel similar como una ideología de aceptación casi universal.

Richard Matthew, politicólogo de la Universidad de California (Irving), ha sugerido que el ecologismo está a punto de convertirse en una versión contemporánea del cristianismo por ser una causa global que trasciende las fronteras nacionales.

Kobrin cree que, al empezar a desmoronarse el mundo de las naciones-Estados independientes, se ha emprendido la búsqueda de "un centro", de algún organismo con la autoridad universalmente aceptada que reclamaban para sí los papas medievales. No sólo la ONU, sino casi todas las organizaciones intergubernamentales existentes fueron creadas después de la Segunda Guerra Mundial. "Es algo así como el anhelo medieval de restaurar el Imperio Romano", señala.

Castillos y señores

También descubre un paralelo entre los castillos, servidores y ejércitos privados de la aristocracia medieval y el aumento de la criminalidad, los barrios cerrados y las agencias de seguridad privadas en el mundo actual. Ve en esto un síntoma de debilitamiento del tradicional monopolio estatal del poder coercitivo.

En su descripción del colapso de la autoridad civil en gran parte del África Occidental, el escritor Robert Kaplan advierte que en algunas regiones las naciones-Estados van siendo reemplazadas por "un esquema de ciudades-Estados, barriadas-Estados y regionalismos nebulosos y anárquicos" que recuerdan los siglos de oscurantismo transcurridos entre la caída de Roma y el mundo medieval.

A su juicio, y el de otros, se diría que nos encaminamos hacia el futuro retrocediendo.

PAUL LEWIS | THE NEW YORK TIMES (2-01-1999)
Original en inglés, aquí

divendres, 22 de desembre del 2017

Todo parece igual, pero ya nada será igual




Aparentemente, las elecciones de ayer no han servido de nada porque en el Parlament las fuerzas independentistas siguen manteniendo la mayoría absoluta. Sin embargo, los resultados electorales, a poco que se los examine sin ideas preconcebidas, son en realidad una carga de profundidad que cambiará muchas cosas y cuyos efectos se irán desgranando en el futuro inmediato.

1.- Por primera vez desde 1980, las elecciones autonómicas en Cataluña las ha ganado un partido no nacionalista. Y las ha ganado en número de votos -más de un millón- y en número de escaños: 37, quitandoselos a todos los partidos. Es un punto de inflexión que acaba con el monopolio político nacionalista y arrebata la pretensión del independentismo de ser el único que representa la voluntad del pueblo catalán y que habla en su nombre.

2.- Puigdemont ha vampirizado al bloque independentista, descolocando a ERC -que ha sido el gran derrotado del 21-D- y laminando a la CUP, que pierde el grupo parlamentario. El partido del President ha fagocitado gran parte del PDCat y ha emergido como el partido radical del independentismo, el Sinn Féin catalán, pero tal vez como canto del cisne. Es revelador que nadie viera a Artur Mas o Marta Pascal en la celebración de la victoria de JuntsxCat.

3.- El independentismo, retórica republicana a parte, sabe que está en manos de la justicia y que lo volverá a estar si vuelve a delinquir. Y sabe que lo tiene difícil para ejercer su mayoría absoluta, ya que ocho de sus diputados electos -Puigdemont, Forn, Sánchez, Junqueras, Ponsati, Puig, Serret y Comín- no podrán votar por el hecho de estar en la cárcel o fugados. ¿Renunciarán a su escaño? ¿Volverá Puigdemont de Bruselas para ir a la cárcel? ¿Se quedará el independentismo sin diputados presos?

4.- La unidad del independentismo se ha roto, aunque de momento todavía guarden las apariencias. ERC ha sido atacada y humillada por JuntsxCat durante toda la campaña electoral y ya no parece dispuesta a aguantar más. Como apunta Salvador Sostres: Esquerra 'no está dispuesta ceder en nada, y más si se demuestra que el votadme para que pueda volver era no más que una farsa electoralista, otro fraude del gran cobarde'. Vamos a asistir a un duelo cainita entre JuntsxCat y ERC, con los restos del PDCat intentando volver sobre sus pasos al pragmático nacionalismo convergente.

5.- El PSC -el otro gran derrotado- sigue estancado en la cola de los grandes partidos en Cataluña. Ha obtenido 80.000 votos y un diputado más, que podrían deberse a los pocos votantes de Unió que han cambiado el voto por la presencia de Espadaler en la candidatura socialista. La equidistancia y la ambigüedad que tan hábilmente maneja Iceta no le ha servido de mucho. C's le ha quitado todos sus feudos. En el PSOE ya hay quién dice que el PSC 'ha dejado de ser la franquicia del PSOE en Cataluña' y que hay que romper con Iceta tras el resultado electoral.

6.- El radicalismo populista de izquierda pierde cancha oscurecido por el resplandor revolucionario del único radicalismo de masas realmente existente: el populismo identitario. Como al PSC, la balanceante y demasiadas veces sesgada equidistancia de los Comunes les ha pasado factura. Han quedado fuera de juego y parecen condenados a ser poca cosa más que la izquierda 'selecta' y testimonial que fue ICV.

7.- Estas elecciones han extendido el certificado de defunción parlamentaria del PP de Cataluña. Los populares, liderados por Albiol, han perdido el grupo parlamentario y han quedado reducidos a la irrelevancia. Han sido víctimas, sin duda, del voto útil que ha capitalizado Ciudadanos pero el declive del PP obedece, sobre todo, a los graves errores que ha venido cometiendo en Cataluña desde que Aznar sacrificó a Aleix Vidal Quadras en el altar del padre padrone de la corrupción nacionalista, Jordi Pujol Soley. Está por ver la dimensión de los desperfectos que en el resto de España provocarán las réplicas del terremoto que ha hundido al PP catalán, pero quien piense que no pasará nada significativo se equivoca.

Todo parece igual, pero ya nada será igual.









divendres, 8 de desembre del 2017

Propuesta estratégica para alcanzar con éxito la independencia


Este documento figura en la diligencias que se siguen en los Tribunales de Justicia contra los autores y ejecutores de las leyes de ruptura -eufemísticamente de 'desconexión'- con la legalidad constitucional española

dijous, 7 de desembre del 2017

Puigdemont, coches y fugas

Carles Puigdemont parece haber visto muchas películas de espías y de fugas de Alcatraz. Tantas que, como al hidalgo manchego con los libros de caballerías, se le han subido a la cabeza. Sus fugas son tan ridículas como los embates de Alonso Quijano contra los molinos, pero a diferencia de la noblez de éste las suyas aparecen chabacanas e indignas.
Cuando el entonces presidente Puigdemont se cambió de chaqueta y de coche en un túnel de Gerona, creyó burlar a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, pero simplemente renunció a su dignidad actuando como un forajido y un MacGyver en lugar de hacerlo como correspondía a su cargo y a su representatividad.Fue el primer coche de Puigdemont. Prefirió un truco de prestidigitación en lugar de acudir a «votar» con su dignidad presidencial aunque se lo prohibieran, y hacerla valer como una banda de honor por encima de todas las cosas. (...)
El segundo coche de Puigdemont llegó justo a continuación. En Asuntos Internos de los Mossos lo tienen claro: en la huida del presidente depuesto, desde su casa de Gerona, su mujer Marcela fue clave. Salió en su coche desde la urbanización, pero en los asientos traseros, los agentes de la Policía autonómica que custodiaban la casa no vieron a nadie, y así lo comunicaron a sus superiores. Por lo tanto, Puigdemont salió escondido en el maletero del coche de su esposa, que le transportó algunos kilómetros como quien traslada un bulto, hasta el vehículo donde aguardaba un «mosso» amigo, hicieron el cambiazo, y huyeron hacia Francia en otro coche sin papeles. Lo que no queda claro es si, al cruzar la frontera, Puigdemont se agachó o volvió al maletero, pues en las cámaras del paso fronterizo tampoco consta el rostro del expresident cruzándolo. | SALVADOR SOSTRES


Fue en el transcurso de la operación del entonces juez Garzón contra los comandos de Terra Lliure que pretendían cometer atentados en las instalaciones. Entonces, exactamente igual que ahora, Puigdemont puso tierra de por medio. Y sin tampoco dar explicaciones a nadie antes de emprender la fuga. Así, en el muy festivo y esperado 1992, el joven periodista Carles Puigdemont, que había logrado alcanzar el puesto de redactor jefe del diario El Punt, todo un éxito profesional para un treintañero sin ningún tipo de formación universitaria, adoptó al súbito modo la extraña decisión de abandonar su empleo para residir durante una larga temporada lejos de nuestras fronteras. En el currículum oficial del ex presidente de la Generalitat se hace alusión al inopinado paréntesis calificándolo de "año sabático". Por aquel entonces, un infiltrado en Terra Lliure, cierto Josep Maria Aloy, informante que había sido captado por el legendario agente del Cesid Mikel Lejarza, el antiguo miembro de ETA conocido por Lobo, sembraba el pánico en el entorno de la banda. Las detenciones de militantes eran continuas. Los interrogatorios, duros. La desconfianza, total. Nadie se fiaba de nadie. Mientras las sospechas de la dirección de Terra Lliure no recayeron sobre su persona, los precisos datos que Aloy hacía llegar a la Policía sembraron la zozobra no sólo entre los comandos, sino también en el poroso entramado de simpatizantes que les proveía de cobertura tanto material y logística como política. Casualidad o no, justo ese fue el momento en el que decidió marcharse al extranjero. | JOSÉ GARCÍA DOMÍNGUEZ

dissabte, 2 de desembre del 2017

El puente



En una comunidad contaminada, los bloques no los definen los hombres racionales sino los fanáticos. Son ellos los que construyen el enemigo, los que lo señalan y colocan en su sitio. Y para ejemplo, el canónico: los judíos en la Alemania nacionalsocialista. Muchos intentaron rebelarse contra su identificación en un colectivo racial. "¡Pero si yo soy de derechas, un buen alemán!" "¡Y yo de izquierdas, un ciudadano ejemplar!" Bah, les contestaron, ante todo eres judío: estrella va. Lo mismo ocurre en esta Cataluña corrompida por décadas de xenofobia. El nacionalismo catalán no discrimina. El conciliador y campechano Iceta está en exactamente el mismo lugar que el facha Albiol y la falangista Arrimadas. Si quiere averiguar dónde, no tiene más que mirar hacia el puente. | CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO

El periodismo -es un decir- del 'procés', convertido en amanuense y propagandista del poder político nacionalista, bromea con los muñecos 'ejecutados' en el puente y, como siempre, culpa a otro. Como culpará al Estado del 'pucherazo' electoral del 21-D que tanto alienta y parece desear. Esos otros son siempre los mismos: la real y la supuesta extrema derecha fascista o falangista. Escuchen como comentaban en Catalunya Radio la noticia:



Afortunadamente, la extrema derecha en España es residual e irrelevante numérica y políticamente. Mucho más importante es la extrema izquierda, tanto en miembros como en influencia política. Según cifras del año pasado, la policía tenía contabilizados casi 300 grupos radicales.



De los 296 grupos contabilizados, 241 son de extrema izquierda y 55 de extrema derecha. Es decir, que los grupos izquierdistas cuatriplican a los derechistas. Sin embargo, en 2015 hubo más intervenciones policiales entre los ultras (119), que entre los antisistema (88). Por lo que se refiere a detenciones, se produjeron 204 arrestos de individuos de extrema derecha y 145 de extrema izquierda, aunque en la serie histórica, las cifras de unos y otros son bastante parejas.

Sin embargo, los medios del 'procés' siguen construyendo el relato de la reacción ultraderechista. Comprensiblemente, no quieren verse a reflejados en la imagen del puente. Dicen que los suyos, los demócratas, no lo han hecho y que más bien podría ser cosa de los fachas. Es cierto que no sabemos el nombre y apellido de la mano ejecutora, pero sabemos algo peor: que los muñecos 'ejecutados' no les han indignado. Ni tan siquiera lo han lamentado y mucho menos denunciado. Se han limitado a quitar hierro al asunto, a bromear un poco e intentar cargar el 'muerto' a otros. A ver si cuela. O, tal vez, ¿a ver si cuelga?