dissabte, 21 de gener del 2017

Derrotada y deprimida la corrección política, los deplorables han alcanzado sus primeros objetivos



En su discurso de toma de posesión como 45 presidente de los EEUU, Donald Trump dijo lo que había dicho durante la campaña electoral y lo que sus seguidores querían escuchar. Pero lo dijo mucho mejor, sin su caótica oratoria habitual. Se erigió como presidente indiscutible de los trabajadores, de las clases medias venidas a menos, de los pobres y de los deplorables. Tanto, que hubo momentos en que me pareció estar escuchando a Fidel Castro o a su caricatura celtibérica, Pablo Iglesias.

Sin embargo, a pesar de sus llamadas optimistas a hacer América grande otra vez, su discurso me pareció más nostálgico que esperanzado. Más que andar por nuevos caminos hacia un futuro brillante pero imprevisible, Trump desandaba el viejo camino para regresar a un pasado que ve esplendoroso y seguro. A un pasado que siempre parece mejor, aunque pocas veces lo haya sido.

Esa vuelta al pasado, ese supuesto regreso a la medicina del útero materno protector, puede ser peor que la supuesta enfermedad de la globalización. Pero para avanzar en la historia algunas veces es necesario dar un paso atrás. ¿Será este el caso? No tardaremos en saberlo. Y puede que las noticias no sean buenas. Como pasó con Berlusconi.

De momento, sin embargo, sí hay una cosa positiva: el fin institucional de la corrección política. O dicho de otra manera: el principio del fin de '30 años de imposición de cuestiones convertidas en moral para hacerlas indiscutibles'. Eso se acabó. Derrotada y deprimida la corrección política, los deplorables han empezado a alcanzar sus primeros objetivos.



EL DÍA DE LA BESTIA
Rafael L. Bardají
La CNN alucinaba con la posibilidad de que Donald J. Trump fuese asesinado durante la ceremonia de inauguración de su mandato, seguramente porque sus redactores viven más las fantasías de series como Superviviente Designado que la realidad del pueblo americano. Gracias a Dios no ha sucedido nada alarmante durante la ceremonia y Trump es ya el 45 presidente de los Estados Unidos. A tenor de la cara de la exprimera dama, Michele Obama, parecería que el día de la Bestia acaba de llegar. Puede que no estuviera tan equivocada.

En realidad, el día ha llegado para la Bestia, pero la Bestia no es Donald Trump, sino Barak Hussein Obama, un presidente que no sólo ha dejado a Norteamérica peor de cuando entró en la Casa Blanca, sino que ha llevado al mundo a un estado de violencia y peligro no visto en décadas. Su legado no será recordado y sus años de división política y racial, de abandono de sus aliados, de renuncias a los intereses de América y de concesiones a sus enemigos sólo pasarán a los anales negros de la Historia.

El presidente Trump ha prometido que hoy comienza una nueva era. En su discurso de inauguración ha dejado meridianamente claro que desprecia Washington y que odia la forma como el establishment ha gobernado el país hasta ahora, defendiendo sus privilegios a expensas de los ciudadanos. Si, un discurso que puede ser tachado de populista, pero que no deja de ser cierto. La democracia, al fin y al cabo, surgió como el gobierno del pueblo para el pueblo, algo que, en la actualidad, está muy lejos de ser una realidad en América como en Europa. El gran contrato social de la democracia liberal, a saber, creciente prosperidad, paz y seguridad para los ciudadanos, ha dejado de cumplirse. Por la inhabilidad para lidiar con la crisis, por el pacifismo acomplejado de nuestras élites y por la supeditación de los intereses de los nacionales frente a emigrantes.


EL DISCURSO DE LOS DEPLORABLES
Plaza Moyua

America first. Plantea la consabida idea de contemplar todas las acciones y gastos, especialmente las internacionales, pensando en los puestos de trabajo de los americanos. Pero hace un esquema inteligente de política internacional.

Espero (doy por supuesto) que cada nación va a actuar defendiendo sus propios intereses. Pero está en los intereses de todos ir encontrando acuerdos mutuamente beneficiosos. No le vamos a decir a ninguna nación lo que tiene que hacer o cómo tiene que ser. Sí tengo la esperanza que el brillo de nuestro éxito, que lo tendremos, les indique un camino que pueden seguir.

O sea, se acabó la Pacha Mama, la ONU, la gobernanza mundial, y su puta madre en el trampolín de la muerte. Supongo que se entiende que se acabó también lo de andar exportando democracia, estrategia de resultados sobradamente conocidos.

Como en el caso anterior, teóricamente es un discurso contra mi. Yo soy “globalista”. De hecho creo que la globalización no la para ni Trump, ni nadie. ¡Porque es buena! Pero ser buena no implica que va funcionar “como sea”, ni que no tenga problemas. Los tiene. Los vemos. Y no creo que Trump tenga ni idea de cómo arreglarlos, ni sea capaz. Pero alguien tenía que llamar la atención. Por ejemplo, los deplorables tomando Washington.

Luego se aguará. Seguro. Y además, también seguro que es mentira. No va a expulsar a la casta (Trump es medio podemita) para darle el poder a We the people, ni de coña. Ha sido listo buscando un nicho electoral, y lo ha aprovechado. Pero sí puede ser una contra-revolución cultural. Puede, condicional. El Kindergarten tiembla. Y se lo ha merecido. Si Trump si no la caga mucho con las cosas del comer puede ser entretenido. Y después de todo, eso es para lo que se supone que sirven los payasos.

Lo que no hay duda es que se ha rodeado de gente de primera en lo suyo. El discurso tiene toda al pinta de Steve Brannon.


LA DEPRE DEL PROGRE

El Kindergarten está deprimido. Pero no entiende bien por qué. No sabe lo que le pasa. Tengo una teoría que propongo.

Vamos a plantear unas premisas a ver si estamos de acuerdo.

– ¿Estamos de acuerdo en que la política trata de lo discutible — y para eso tenemos parlamentos y debate público antes de tomar las decisiones? Sería totalmente ridículo tener un parlamento y un debate público para discutir lo que no se puede discutir.

– ¿Estamos de acuerdo en que la moral trata de lo que no se puede discutir? No se puede discutir si comer carne humana es mejor o peor para la salud; la moral lo impide. Y no lo hacemos. Un católico creyente no puede discutir la conveniencia del aborto; la moral se lo impide. Y no lo hace. Un kindergarten no puede discutir si el “cambio climático” es mucho o poco, bueno o malo; la moral se lo impide. Y no lo hace. Un “negacionista” lo puede discutir perfectamente; la moral no le dice nada el respecto. Y lo hace con gran entusiasmo. ¿Se entiende la idea?

– ¿Estamos de acuerdo en que el progrerío lleva unos 30 años haciendo moral de la política; consiguiendo que no se puedan discutir los asuntos que se deben discutir?

Yo creo que casi todo el mundo estará de acuerdo con lo anterior. El progre también, en su fuero interno. Pero si se acerca alguno con ganas de discutir le pongo un rosario de ejemplos como para enterrarlo, y hacer un monumento de la tumba.

Ahora sumemos dos y dos. 30 años imponiendo cuestiones que convierten en moral; o sea, en no discutibles. Cuestiones que, por tanto, han conseguido hacer desaparecer por entero del debate público (prensa, teles, etc). ¿No es más que razonable pensar que estaban convencidos de la victoria de lo moral, y por tanto de dominar el tablero de juego de lo que se puede y no se puede decir? Pues bien; ahora llega un payaso impresentable, y les gana las elecciones precisamente usando como estrategia principal mandar a tomar por rasca toda esa moralina. Pero sin rodeos ni sutilezas, sino directamente al corazón. ¡Soy un deplorable! Y todo lo que decís que es bueno, es bullshit.