diumenge, 22 de gener del 2017

Pujol, peor que Trump



Jordi Pujol ha sido el Donald Trump de Cataluña. Pujol comparte con Trump una personalidad fuerte, desacomplejada y autoritaria. Ambos están convencidos que la imagen que han construido de sí mismos resulta más atractiva que los gestos impostados por un asesor de imagen. Los dos son nacionalistas. El uno, de la nación (aún) más poderosa de la tierra. El otro, de no se sabe muy bien qué.

Pero hay una diferencia importante entre ellos. El discurso personal y político de Trump no se presta a confusión, no necesita disfrazarse de 'liberal' o de Hillary Clinton para obtener más apoyos, no engaña a (casi) nadie. Pero Pujol, sí. Durante muchos años, Jordi lució un bronceado 'progre' que le identificaba como simpatizante del 'modelo socialdemócrata sueco', como 'europeísta' convencido más que como nacionalista catalán o como el autonomista singular que salvaba la estabilidad de España. Pero sobre todo, Pujol fue el gran hipócrita que nos engañó a (casi) todos presentándose como faro de la moralidad política y personal.

Pujol gobernó Cataluña como quién administra una finca particular. Como un padre padrone que procura ante todo por la família, la propia. Y si sobra, para la familia de los demás, en orden y fila india. Pujol, a pesar de su pose abierta y europeísta, ensimismó a la sociedad catalana, la vampirizó haciéndola cada vez más parasitaria del poder político y fomentó su narcisismo tribal a niveles sin precedentes.

Pujol destruyó, paradójicamente, la independencia de la sociedad civil catalana, plural y cosmopolita, para uniformizarla y asentar sobre ella los cimientos de su poder. De su poder personal, del poder de la Generalitat autonómica o del futuro poder de una hipotética República catalana. Es la paradoja que va de la independencia del rebaño al rebaño independiente.

Tuvimos lo que nos merecíamos. EEUU tiene ahora lo que se merece.