divendres, 9 de desembre del 2016

La Democracia acomplejada

Los referéndums, como el del domingo en Italia o el del Brexit en el Reino Unido, son antidemocráticos en el sentido liberal por qué crean o agudizan hasta el límite el enfrentamiento civil; aniquilan a la minoría (que puede ser casi la mitad de la ciudadanía) que no es respetada si no derrotada; sustraen al Parlamento y a los partidos la negociación política y jurídica de los problemas para traspasarlos a los ciudadanos que han de librar una guerra, no siempre del todo incruenta, para sacarles las castañas del fuego a sus dirigentes.

En la democracia liberal, el voto no es nunca la primera sino la última palabra de un proceso previo de debate, deliberación y negociación. Y eso es así porque entiende que el voto no es más que la expresión matemática de una acción de fuerza, la bala de salva con la que una opción elimina a otra. El referéndum es el más duro sistema mayoritario. Es por ello que los grandes pensadores de la democracia moderna han sido tan reacios a los referéndums. Las democracias constitucionales solo los aceptan excepcionalmente y siempre como final de un proceso parlamentario decisorio y relevante.

Por el contrario, los antiliberales ven la democracia directa como el mejor instrumento para la continuación de la guerra por otros medios. Tras la caída del muro de Berlín y ante la dificultad de construir un relato revisionista/negacionista verosímil de los Gulags, la izquierda regresiva encontró en la democracia iliberal un modelo alternativo al capitalismo democrático y una palanca para alcanzar, por fin, la deseada revolución. En pocas palabras, se trataba no tanto de destruir la democracia burguesa desde fuera como de transmutarla desde dentro a base de 'profundizarla'.

Así, reivindicando más democracia, más democracia directa y participativa, la izquierda radical ha logrado hegemonizar, en el sentido gramsciano del término, el pensamiento político alternativo a la democracia representativa. Y lo que es más grave, ha suscitado un 'complejo democrático' de tal magnitud entre la socialdemocracia y la derecha que han acabado por rendirse ante sus enemigos, asumiendo gran parte de su discurso antiliberal y sin apenas presentar batalla.

Las democracias constitucionales parecen haberse quedado huérfanas de intelligentzia, con pocos que las defiendan. Sin embargo son el más sólido baluarte conocido contra el abuso de poder. Recordémoslo: las democracias liberales se caracterizan no por entregar el poder a la mayoría sino por limitárselo. Puede gustar o no, pero esa es la piedra angular de la única democracia realmente existente. Todo lo demás son modelos democráticos de adjetivo altisonante (democracia popular, democracia directa, democracia orgánica o estamental, democracia participativa, democracia bolivariana...) que consisten en ser sistemas autoritarios con deber de voto.




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